Si hablamos de la más acendrada gastronomía mexicana, no podíamos prescindir de además de darle un papel relevante en nuestra carta, dedicarle un espacio físico a la bebida y alimento más antiguo y trascendente de nuestra cultura, el inigualabale e inimitable Pulque. Es por ello que creamos una pequeña exhibición de las herramientas que se emplean para su elaboración, en centenarias haciendas, desde los Llanos de Apan hasta el Valle del Mezquital, así como una colección de vasos y vasijas de vidrio, como las famosas cacarizas, tornillos, chivos, camiones, macetas, relojes y corazones de la antigua Fábrica de la Luz de Puebla, jarras pulqueras del Barrio de San Francisco, jícaras de calabaza grabadas de Oaxaca y de laca de Olinalá y antiguas fotografías, que le permitirán transportarse al ambiente que imperaba en el ámbito rural e incluso en pulquerías urbanas, incrustadas desde los barrios bravos de Tepito y Peralvillo, hasta las más prestigiosas colonias del Porfiriato, como la Nueva Santa María y San Miguel Chapultepec.

Podrá evocar el recuerdo de la música y sones del arpa, el acordeón, el organillo y la guitarra y el sonido de dados, baraja y fichas, amparados bajo honorables nombres de añejas pulquerías como “Las Damas en Triunfo”, “El Porvenir” o “La Tlaxcalteca”, o las aún más impetuosas y sugestivas “Salsipuedes”, “El Recreo de los de Enfrente”, “El Hígado Felíz”, “Al pasito pero llego”o “Las buenas amistades”.

Todo ello sin tener que atender al sabio proverbio de “A gritos de borracho, oídos de cantinero” o a la atenta invitación de abarrotada pulquería: “Vayan entrando, vayan pidiendo, vayan pagando, vayan saliendo”, o recitar con etílica nostalgia, “Agua de las verdes matas, tú me tumbas, tú me matas, tú me haces andar a gatas”.